martes, 30 de abril de 2013

Faro, cuánto llevo de ventajas

Si me imagino mi vida de aquí a un tiempo, cuando puede que algunas de las necesidades básicas estén cubiertas y sólo quede esperar unas vacaciones o una tarde libre para encontrar el paraíso, es posible que me siente en mi sillón favorito, puede que haga frío y llueva, como hoy. Tal vez recordaré a la Elia que hoy llega a casa calada y gris. Y puede que entonces tampoco haya conseguido entenderlo todo, atraparlo todo. Puede que entonces aún siga emocionándome con las mismas películas, llorando con las mismas escenas, recitando de memoria las mismas partes de los mismos libros, poniendo los mismos ejemplos, escuchando las mismas canciones, acordandome de las mismas melodías cuando miro los arrecifes coralinos bajo el agua. Puede que haya añadido muchos nuevos al repertorio. Y puede que entonces todo lo que ahora no entiendo haya cobrado sentido y piense que formaba parte de una etapa cerrada y necesaria. Quién sabe. Puede que hasta tenga un gato y me ría. Pero lo que quiero decirme, lo que quiero decirte, es otra cosa. Y no sé si voy a encontrar las palabras, porque cuando me pongo a pensarlo, se me agarra por dentro, se me forma un nudo, las letras se me amontonan, y veo borrosa la pantalla. El tiempo pasa, irrevocablemente, sin remedio. Ya me veo arruguitas rodeando mis ojos, y aún no me creo que a pesar de eso esté donde estoy.  Que en mi interior el tiempo sea el del universo, pero mi cuerpo forme parte del tiempo de la tierra. Pero a pesar de eso, de las prisas, y de los años, hay cosas que me niego a olvidar. No voy a olvidar que tengo una familia fuera de mi hogar, formada por personas que no tendrían por qué, pero siempre están. De quienes unas simples palabras tienen el mismo efecto que una chimenea en un día de invierno. Que son como un forro polar. Y mi cuento lleno de ventajas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario