miércoles, 10 de octubre de 2012

Fantasmas

Otra madrugada, 3:47, y todos los miedos que me echaban de menos, esta noche han decidido venir  a hacerme compañía. Y repartirse por mi cuerpo.
Algunos han invadido mi corazón, y éste, incómodo y molesto, late cada vez más fuerte. Otros me están dejando la boca seca, hecha un trapo. Y el resto, los más antiguos y familiares, han ido directos al estómago, que me habla, siempre, como un pájaro de mal agüero.
Y mi cerebro no entiende, se resiste, porque él mantiene la imagen de cuando era pequeñito, lúcido y sano. Le pregunta a mi cuerpo cómo ha podido pasar esto, cuándo se fue por su lado,  cómo dejé de ser cuerda, y de tocar el suelo. Y eso, -se dice-, que siempre nos gustó volar. A él, y a mí.
Porque ahora mis entrañas viajan -sin boleto- a lugares que mi mente no ha elegido, a regiones que me torturan, donde sólo hay lugar para la ansiedad, el pánico, y el Corazón Delator. Donde ni siquiera nos queda el consuelo de la cercanía, de los sueños, donde antes podía sentirme cómoda, segura.
Y avanzo por laberintos de desconfianza, donde jamás había estado, y donde no quiero estar.
(Y no te quiero, y no me quiero estafar).
Cuando tus fantasmas se acercaron, no me importó recibirlos. Les preparé una taza de café, abrí mis brazos. Es cierto que al principio me asusté un poco, pues no acostumbro a familiarizarme con fantasmas ajenos, y menos, con tantas ganas. Pero esta vez era distinto. Todo era diferente. Por ser los tuyos. Despertaron en mí una curiosidad inusitada.De una manera que aún no alcanzo a entender, conseguí comunicarme con ellos, e incluso, a veces, convencerlos para que te dejasen tranquilo. Me explicaban todo el tiempo las dificultades, la lucha diaria, con fórmulas indescifrables, que yo, con una ligera caricia, desde la yema de los dedos, conseguía calmar, e incluso, a veces, disipar.
Ellos, no obstante, insistían en quedarse, y cuanto más se empeñaban, con más fuerza me sentía yo para hacerles frente, y defenderte.
Me quedé con ellos tanto tiempo, que decidí presentarles a los míos, en vez de salir corriendo. Quería acariciar cada milímetro, redimir con ese acto todos los tropiezos pasados, enfocando en esta meta todo el tiempo perdido, todo el sinsentido que nos había acompañado, todo el amor perdido en las aceras de mi pensamiento.
Y eso consiguió hacerme sentir viva, a mí y a mis fantasmas... Aunque, ellos, se llaman así por algo: Como siempre, dejé mi parte racional a un lado, prestando atención sólo a mis necesidades límbicas, y a las de tus fantasmas. Yendo directa a lo que duele. A la carne viva.
Y no sé si voy a poder lidiar con ellos. Con todos, y conmigo. No sé si lo que llevo dentro será suficiente para, si no vencerlos, al menos, conseguir que se hagan amigos.
No quiero que me destrocen. No quiero que los míos siembren la muerte y el gemido, y te destrocen a ti.
La parte viva de mi cerebro, la que aún perdura, está andando en direcciones inexploradas, pero quiere mantener el lado cuerdo, el del Cronopio pequeñito, y hacer de los fantasmas unas sábanas blancas con las que arroparnos, y comernos... el corazón delator, el estómago de mal agüero y la lengua de trapo. Para que la mente viaje, al fin, y nos deje tranquilos.

Fuentes: El corazón delator de Allan-Poe,  Galeano, Ahora yo de Mario Alonso Puig, Historia de Cronopios y Famas, de Cortázar, y el cañón llamado Rosita Wicke, que siembra la muerte y el gemido.

Fueguitos

Lo primero, fue el silencio. Luego, los disparos, los empujones, las lágrimas, y los guantazos. Por último, el desconsuelo. 
No sabía de dónde venían, ni cómo podía luchar contra ellos, o evitarlos.
Era como si perteneciese a una especie desconocida, que, por algún milagro, había logrado sobrevivir. Y como tal, las demás especies, fuertes y enraizadas, aprovechaban la coyuntura para demostrar su superioridad, intentando acabar con él. Pero, por alguna razón que sólo la mente humana podría explicar, o al menos entender, había algunas especies que no sólo lo toleraban, sino que, y sin motivo justificable, lo cuidaban. Y cuando aquél fueguito preguntaba ¿Por qué? esas especies raras le decían: "Tú no te puedes ver. Ellos sí. Por eso intentan destruirte. Ven lo peor de ellos, reflejado en tus ojos. No lo pueden soportar. Y yo te veo a ti, escondido bajo millones de capas, de llamas, y todas las máscaras."

 Luego, empezaron los abrazos. 

Fuentes: Galeano, Ibiza, el miedo, y mi lugar en el mundo.