Viajo en un autobús con un destino errado, con la esperanza de encontrar el camino a casa. Cuando bajo todos los caminos me son familiares, y al mismo tiempo extraños. No consigo dar con el sendero que me lleve al hogar, y mientras tanto recuerdo con dulzura todo aquello que no te he dicho, la despedida que nos une y que no sé asir ahora en mi memoria, pero que de alguna forma me reconcilia contigo, y conmigo. Lo que me habría gustado y nunca fue. En ese sueño en que asumo la realidad y puedo recrearme en recuerdos que nunca se han realizado contigo. Y siento la tentación de escribir, con esta angustia que suele aletargar mis dedos y dejar que mueran en un cajón, recordando a Alejandra Pizarnik, que se hermanó con su tristeza a través de esos dedos, y yo ni siquiera me permito ese consuelo. Mis sueños representan de forma cruda lo que significa la vida para mí, esa búsqueda angustiosa en la que mi brújula da vueltas alrededor de mi morada sin llegar a encontrarla nunca, desechando los caminos que ya he transitado alguna vez y hoy me son extraños.
Va-Lien-Te
domingo, 3 de enero de 2021
domingo, 13 de diciembre de 2020
Y eso fue lo que pasó
Quién me iba a decir que leyendo Y eso fue lo que pasó he sentido en su totalidad lo que debí haber captado interpretando La más fuerte de Strindberg, un monólogo de veinte minutos que espera ser el final victorioso de una batalla vacía. Batalla que era el sentido de la vida de la protagonista, de las vidas de las mujeres: la batalla por el amor de un hombre. Yo no entendía a aquella mujer despechada que culpaba a otra mujer de su vida desgraciada. Pensé que era normal esa visión femenina distorsionada porque estaba construida desde la mirada de un dramaturgo que solo podía contemplar desde fuera. Pero Natalia Ginzburg te lo advierte en el prólogo: escribir no es el alivio que una espera por una vida vacía, consumida en una búsqueda y una desazón interminable, marcada por el deseo de ser querida por encima de todas las cosas y la competición desesperada por conseguirlo. Natalia escribe el final perfecto para La más fuerte.
viernes, 1 de mayo de 2020
Desert Raven
jueves, 30 de agosto de 2018
la mano amiga
Tengo tanto que agradecerte, que prefiero seguir escuchando.
martes, 21 de agosto de 2018
Y llegas hasta aquí
¿Sobre qué coño escribir? Tal vez sobre este verano que ves terminando en una vorágine ruinas, sinsabores y aventuras. Pero no quieres reflexiones vanas y aburridas.
Y empiezas de nuevo a mirar a tu alrededor, ya has caído en la trampa del autobloqueo. Sobre qué escribir. Lo que querrías es escribir sobre el presente, sobre tu casa vacía desde la que miras al cielo sin ninguna estrella, que hoy es todo oscuridad mezclada con las luces de farolas, la buena música y el ventilador que no ha dejado de dar vueltas en todo el día.
Hoy has pasado la tarde saltando de una lectura a otra. Has decidido que por el momento no quieres estudiar la carrera de psicología pero sí quieres ser autodidacta, así que intentas engancharte a un libro sobre psicopatología, pero lo dejas en el primer tema, porque hace un recorrido histórico sobre lo que se consideraba locura en la época de los griegos, donde ya se pensaba en posesiones demoníacas y se conviritó en tema principal en la Edad Media. Pero tú quieres llegar ya a la meta, y al mismo tiempo te repele la idea de convertir ciertos comportamientos en patología. Aparece la histeria femenina freudiana y terminas por cerrar el libro. Pero justo antes, descubres a un romano del siglo XV que escribió un libro en defensa de la mujer, pero nadie le tomó en serio porque era animista y creía en la magia oculta. Se llamaba Cornelio Agrippa. Su libro era Declaración de la preeminencia del sexo femenino. Lo guardas, pero no lo lees.
Después encuentras Suave es la noche, ese libro que dejaste por la mitad en una época convulsa y ahora te trae la nostalgia y piensas que tal vez éste sea el momento de retomarlo. Pero sigues buscando. Y encuentras el blog de alguien que conoces y que le pasaba un poco como a ti, que había abandonado su blog y no sabía cómo retomarlo. Y te pasas la tarde leyendo su blog, como una inspiración. Como el hermanamiento que necesitabas para salir de ese bloqueo ante la exigencia de escribir algo grande. Esa persona cuyos libros devoras, sobre todo el último, ese que también te agitó cuando lo leíste y te llamó a volver a escribir, pero te resististe una vez más. la embriaguez de su lectura duró poco en ese impulso, pero sí mucho en tu interior. Ese libro fue El dolor de los demás, de Miguel Ángel Hernández Navarro. Escribes en segunda persona en honor a una de sus reflexiones acerca de la cercanía y lejanía consigo mismo al escribir. Yo, tímidamente, aún escribo en segunda. No me atrevo aún a dar el salto al abismo que da vértigo.
Y llegas hasta aquí. Y no puedes seguir escribiendo. Porque si sigues, volverás a escribir sobre lo que siempre solías escribir. O aún peor: te bloquearás.
martes, 14 de agosto de 2018
viernes, 27 de octubre de 2017
El Silencio
Odio cuando apareces sin ser llamado. Odio cuando temo que vengas, odio temer que vengas y no saber adaptarme a ti. Odio que seas un abismo que me separa de mí misma. Odio cuando los demás te imponen entre ellos y yo. Como un huracán que, cuando ya ha arrasado con todo, deja a su paso la paz del cansancio. La tregua que no es tal. El tiempo que ha de pasar para conseguir adaptarse a una nueva situación, tras la borrasca.
Me encanta que me acompañes mientras leo, que me inunde esa paz que tú tanto conoces, que vengáis los dos juntos, la paz y tú, a hacerme compañía. Porque entonces me siento a salvo contigo, y te vuelves la mano amiga.
Y son dos silencios tan distintos, que uno me encoge la garganta y me aprieta la cintura, mientras que el otro ensancha mi alma y desata mi risa y el nudo en mi estómago, y las lágrimas se vuelven de alegría.