lunes, 18 de enero de 2016

Sueños

Y de repente descubres a una tal Sara Herranz que hace los dibujos que tú siempre quisiste hacer, y dudas porque no sabes si es sólo cuestión de apariencia, de una especie de moda, una pose que se muestra al exterior y eso es lo que rechazas; pero por otro lado la idea es tan bella y podrías quitarle las barbas y las camisetas a rayas (malditos modernos) y darle tu enfoque propio, el filosófico y teatral; pero entonces te das cuenta de que tienes treinta y dos años y te preocupa descubrir que pensar en dejar de ser profesora te hace más ilusión que serlo; y te preguntas qué ganará: si la duda, si la espera, si la promesa, si el alcance, o la pobreza.

I'm losing time, que, sin ningún tipo de pudor dice la Holzer; y yo también. Porque no paro, y sin parar no me descubro sino que cubro el atisbo que separa mi corazón de la mano que debería acariciarlo pero en su lugar mira a Kant mientras dice que a la razón no hay que ponerle alas sino plomo. Y tal vez me repita porque no tengo ideas que entrecrucen la belleza que habita en una sola frase, un solo mensaje que sea capaz de resumir todo un sentimiento; como esa obra de teatro, que en un momento hace que mi interior estalle y yo, como siempre, llore. Por lo que yo no sé decir, por lo que no sé expresar, por lo que no sé elegir.