domingo, 6 de enero de 2013
Sense&Sensibility
Bajo el atardecer helado siempre se abrigaba, y salía a dar largos paseos, lentos y solitarios. Siempre se mantenía fuerte, sosegada. Sin grandes aspavientos, no era como su abuela, que, sola, sabía reírse de cualquier adversidad que a otro cabrearía. Ella admiraba a esa mujer, porque su habitáculo era apacible, y siempre tenía su propia mano amiga, extendida, esperándola al llegar a casa. Ella, insatisfecha con la vida que su marido le había obligado a vivir, se perdía entre los hijos, los nietos, y los libros. Con su pulso inestable, hacía dibujos que dejaban perpleja a su nieta.
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