jueves, 27 de diciembre de 2012

Las Cuatro Fuentes de la Crisálida


Desde los lugares plácidos, las noches parecían oscuras, las calles desoladas, las miradas vacías. Allí comencé, cada día, a escuchar la serenata diurna, que al principio era un amargo (y largo) lamento, de años perdidos, de vidas soñadas, que agonizaban por no poder pasarlas a tu lado, de nuestro lado, y de todos los lados, con los espejos que sólo deseaban romperse, hacerse añicos, o reflejarte a ti, cualquier cosa, mientras me dejasen tranquila a mí. La rosa con su olor a cuestas, 'el recuerdo conmigo, y yo con nadie'.
Desde ese lugar plácido, desde el que un día decidí levantarme, con mi propio peso, por mi propio paso, con todas las voces que dormían conmigo, en mi seno, calladitas desde el principio de los tiempos.  Con toda la congoja, el desconsuelo, habiendo acabado una etapa, como una crisálida escondida, que tiene pánico a su metamorfosis, y vértigo a encontrarse con su su figura exultante de alas ante el espejo. ¿Y qué si tengo miedo? ¿y qué si no puedo aceptar lo que hay dentro? si siempre hay un mañana, y puedo acariciar mi herida, luego.
Ahora que sé que el Intelecto va por un lado. -Yo que quería saber, aunque duela, saber desde el dolor, en este mundo que agoniza-. Y es que el Deseo y el Corazón, viajan sin boleto, y cada uno por su lado. Pero no lo sabía, y el intelecto dolía, el deseo quemaba, el corazón gemía. Menos el Cuerpo, que aunque envejezca, se me alía, me acompaña, casi nunca me falla, que no se queja demasiado, que me acaricia cuando estoy triste, que me abraza cuando deseo estar dentro, y me apoya si quiero estar fuera.
Ahora, que no me peleo con mis cuatro fuentes, que le tiendo la mano al intelecto,  le doy las gracias al cuerpo, alimento al corazón y le doy alas al deseo, huérfano de padre, -no voy a permitirle que taladre-, y que no soy esclava de ninguno.
Desde la dimisión ante la evidencia necesaria de que tengo que luchar, no por ti, ni por pelearme con una pared infranqueable, sino por esa frase que leí, que era para mí, hace quince años:  'ojalá, todo lo que llevas dentro, lo puedas sacar'. Ahora que tus ojos me inspiran, que son un canal donde los sueños cobran vida, donde me transporto, y te transporto, cuando me dejo, cuando te dejas, hacia el lugar en que la belleza recorre cada hueco, donde la risa se vuelve sincera, sin máscara.
Desde esos lugares plácidos, que recién habito, cuando miro al fondo de tus ojos claros. Donde la esfinge ya no da miedo, donde aprendo cada día algo nuevo.
En este invierno, en que ya no temo quedarme en mi guarida, construida con mis dedos.


Fuentes: largo lamento de Pedro Salinas, Rayuela de Cortázar, un poema anónimo (va ya la rosa con su olos a cuestas...) , El silencio de los corderos, Galeano, Benedetti, Sabina, Mercedes Sosa, Michael Ende, y ante todo, la huella de Jodorowsky y las viejas palabras de Asia León

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