lunes, 20 de abril de 2015

La Presa que se lanza sobre la Fiera

-Lacan podía meterse sus fantasmas por el orto. Yo estoy cansada de los míos, tendré que bailar con ellos a ver si se marean, y se van a otro lado. No me dejan tener confianza, depositarla, ni cambiarla de lugar. Y para colmo, me devuelven una imagen de mí que no es la mía, y una frustración por parte de fuera. Podría coger la estética del matrimonio de Kierkegaard y lanzársela a alguien a la cabeza...
- ¿Qué pasa con Kierkegaard? ¿Es por él, o por el tema en sí del libro?
- No, mira lo que dice: "Ya ves que tu vida se resuelve en simples episodios en que buscas apenas lo interesante... Si, al menos, se pudiera esperar que la energía que te inflama en esos instantes tomara forma en ti, coordinara tu vida, y la ensanchara, harías seguramente grandes cosas. Porque entonces te transfiguras. Hay en ti una inquietud sobre la cual flota, sin embargo, la clara lumbre de la inteligencia; tu alma se concentra por entero en el único punto que te ocupa; traza tu razón cien proyectos; todo lo dispones para el ataque. ¿Sufres un fracaso en una dirección? Instantáneamente, tu dialéctica casi diabólica se pone a explicar el fracaso, haciéndolo servir a una nueva táctica. Planeas constantemente por encima de ti mismo, y si bien cada una de tus diligencias es por lo menos igualmente decisiva, te reservas, sin embargo, una facultad de interpretación que, con una palabra, puede alterarlo todo. Agrega a ello la efervescencia del sentimiento que le anima. Tus ojos lanzan centellas, o más bien pareces tener cien ojos que brillan, todos ellos en acecho; un rubor fugitivo pasa por tu rostro; te apoyas firmemente en tus cálculos, y sin embargo esperas con una terrible impaciencia. Creo, querido amigo mío, que en definitiva te engañas, y que al imaginarte, como dices, que "captas" a un hombre en su hora afortunada, apenas si te haces cargo de tu propia exaltación. Tienes tanta energía concentrada que llegas a ser creador de ella. Yo he admitido, por esa razón, que tu conducta no es tan perniciosa para el prójimo; pero, en cambio, es absolutamente funesta para ti". 
- No veo ninguna relación contigo...
- Ni yo tampoco, eso es lo más molesto. Tuve que seguir con Oscar Wilde, y entonces me enfadó porque en Un marido ideal, obra de teatro súper victoriana, tanto los hombres como las mujeres, son machistas...
- y ¿De qué te sorprendes? Época victoriana, siglo XIX, tú misma lo has dicho
- Pues porque... porque... es Oscar Wilde, pensaba que era más listo... repudiado en su propio tiempo... No busques nada racional en mis enfados de hoy, no lo hay.  Así que hoy en clase voy a hablar de la irracionalidad en la inteligencia, y de cómo la libertad entre varios se resuelve con la fuerza o con la razón o con los actos benévolos. Y lo voy a relacionar con Salomé, que cuando no obtiene lo que quiere, va cortando cabezas. Si es que ya lo sabía yo, que me tengo que volver como ella. La presa que se lanza sobre la fiera. Lo único que me gustó de Un marido ideal fue Lord Goring, el humor y la forma de no tomarse nada en serio nunca; puede que esa opción sea menos peligrosa que la de Salomé...  Mira, mira lo que dice:
 LORD CAVERSHAM.- ¿Cómo? No comprendo lo que quieres decir. Quiero tener una conversación seria con usted, caballerete.
LORD GORING.- ¿A esta hora, papá?
LORD CAVERSHAM.- ¿Y qué? No son más que las diez. ¿Qué tienes que decir de esta hora? La encuentro admirable.
LORD GORING.- ¡Si es que hoy no es el día que tengo destinado para conversaciones serias, papá! Lo siento mucho, pero no es mi día.
LORD CAVERSHAM.- ¿Qué quiere decir con eso, caballerete?
LORD GORING.- Durante la «season» no hablo en serio más que el primer martes de cada mes, de cuatro a siete.
LORD CAVERSHAM.- Bueno; pues suponte que estamos hoy a martes...
LORD GORING.- Pero ¡si son más de las siete, papá, y mi médico me ha prohibido toda conversación seria pasadas las siete!
Luego, eso me hace hablar en sueños.
LORD CAVERSHAM.- ¿Hablar en sueños? ¿Y qué importa eso? Tú no estás casado...
LORD GORING.- No, papá; no estoy casado.
LORD GORING.- Entra aquí, papá; tus estornudos parten el corazón.
LORD CAVERSHAM.- ¡Alto ahí, caballerete! Creo que tengo derecho a estornudar cuando se me antoje.
LORD GORING.- (Disculpándose.) Ni que decir tiene, papá. Me limitaba a expresarte mi simpatía.
LORD CAVERSHAM.- ¡Al diablo la simpatía! Hay ya demasiada en las cuestiones de hoy día.
LORD GORING.- Opino exactamente lo mismo que tú, papá. Si hubiese menos simpatía en el mundo, habría menos dificultades
LORD CAVERSHAM.- (Dirigiéndose hacia el salón de fumar.) Eso es una paradoja, caballerito. Detesto las paradojas.
LORD GORING.- Y yo también, papá. Todas las personas que se encuentra uno hoy día son paradojas. Es muy molesto. ¡Por eso la sociedad está tan adelantada!
LORD CAVERSHAM.- (Dando media vuelta y contemplando a su hijo, con las espesas cejas fruncidas.) ¿Comprendes siempre realmente lo que dices?
LORD GORING.- (Con una ligera vacilación.). Sí, papá, cuando escucho con atención.
LORD CAVERSHAM.- (Indignado.) ¡Cuando escuchas con atención!... ¡Criatura presuntuosa!.
LORD GORING.- (En tono de súplica.) Mi querido papá, si no tengo más remedio que casarme, me permitirás seguramente elegir la fecha, el sitio y la persona... Sobre todo, la persona.
LORD CAVERSHAM.- (Malhumorado.) Eso es cuenta mía, caballerete. Harías con toda seguridad una elección de lo más deplorable. A mí es a quien hay que consultar primero. A mí deben consultarme, y no a ti. El título está en juego. No es un asunto afectivo. El afecto llega más adelante, en la vida conyugal.
LORD GORING.- Sí; en la vida conyugal el cariño llega cuando los esposos han acabado por odiarse ferozmente. ¿Verdad papá? (Ayuda a su padre a ponerse el abrigo.)
LORD CAVERSHAM.- Claro, caballerito. Claro que no, he querido decir. Estás diciendo muchas tonterías esta noche. Lo que terepito es que el matrimonio es un asunto de sentido común. 
LORD GORING.- Pero ¿no es curioso, papá, que las mujeres con sentido común sean siempre feas? Como es natural, hablo sólo de oídas. 
LORD CAVERSHAM.- Las mujeres, feas o guapas, carecen de sentido común. El sentido común es un privilegio de los hombres.
LORD GORING.- Tienes razón. Y nosotros los hombres somos tan altruistas que no lo empleamos nunca; ¿verdad, papá? 
LORD CAVERSHAM.- Yo lo empleo, caballerete. No empleo otra cosa.
LORD GORING.- Eso dice mamá.
¿Ves? ¡Pues Me hace gracia y me cabrea!
- Vaya un humor de perros tienes hoy




No hay comentarios:

Publicar un comentario