jueves, 21 de febrero de 2013

Para las buenas estrellas

Siempre hubo personas que hiceron de su vida una obra de arte.
No porque consigan triunfar a la primera de cambio, o porque tengan las soluciones a la vuelta de la esquina,  ni porque encuentren los resultados esperados en el momento en que los desean. No.
La vida por lo general se concibe como una lucha en la que sólo se gana venciendo a un adversario. Tal vez Heráclito tenía razón y lo que Pitágoras veía en la música no era armonía, y en realidad es una pugna de madera y cuerdas, una tensión constante.
Y es que nadie hace una lista al nacer de las cosas que quiere, de cómo desea que sea su vida cuando se haga mayor, y si la hacemos, tampoco ocurre así luego, por lo general.
Y a pesar de eso, siempre hubo quien se movió como pez en el agua en la adversidad, en el ir y venir, a contracorriente, como salmones que no se quejan, que no suspiran, y no se pelean con esas olas que dificultan su nado. Personas que convierten la pugna en armonía. En su vida y la de los que tienen cerca. Mientras los demás, señalamos la tensión, la violencia de los acontecimientos, aferrados a la frustración por un devenir que no hemos elegido.
Las buenas esntrellas, en cambio, aguantan, no decaen, no se quejan, son responsables, no víctimas, y aman, aman de verdad. Aman la vida, y todo lo que ella conlleva. Se ríen de las desgracias (cuando se puede) todo les parece cómico (mientras se puede) y cometen actos heróicos, artísticos, todos los días. Con sus hijos, con sus amigos, una vez que ya tienen tomadas las riendas de su vida por completo. Una vez que han corrido las carreras internas, personales, y pueden hacerse cargo de los que aún no hemos aprendido a nadar. Y nos dan cobijo, ánimos, paciencia, y toda la fuerza, todo el amor, toda la alegría, que en ellos rebosa, y a los demás les falta.
Va por ti, padre. Va por ti, pequeña Nedea. Y va por mí, que, a veces, me ayudo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario